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Sanando las heridas con la madre

Me encanta la manera sutil que tiene la Astrología de despertarnos la conciencia. Es como ese sabio maestro que llega a nuestras vidas y nos acompaña con paciencia esperando que algún día entendamos la compleja sencillez de sus enseñanzas.


Nueve años leyendo sobre mi propia Luna no bastan para comprender todo lo que esta abarca pero, poco a poco, van llegando ráfagas de inspiración y el conocimiento acumulado se encarna.


Había estudiado lo típico que podemos leer sobre la Luna en Tauro con Plutón: que si mis ancestros vivieron momentos de escasez económica, hambre, hechos de muerte bla bla. Claro, tenía sentido habiendo pasado muchas penurias en la Guerra, sufrido asesinatos, muertes trágicas de niños y jóvenes, típico de una familia tan plutoniana. También leía que la Luna simbolizaba cómo estaba la madre en el momento de dar a luz, y confieso que esto para mí era poco más que aleatorio, hasta que, hablando con ella hace unos días, me cuenta lo que le pasaba y algo hizo ¡clic!


Resulta que no tenía suficiente leche para amamantarme y yo lloraba descosida muerta de hambre. Cuando dejaba de mamar, se seguía sacando leche y la guardaba a escondidas en una botella para poder saciarme en la siguiente toma. El hambre de mis ancestros la estábamos reviviendo. La escasez, la sensación de angustia y de muerte. Las ansias de devorar a mi madre y quizá el odio de después por asociarla con la culpable de mi sed. Tan simbólico…


Se empieza a construir el mecanismo inconsciente de esa Luna: lo que me alimenta me mata. Lo que mata es alimento. Guarda, acumula, conserva, recauda, abastécete para cuando no hay, porque no tienes (eres) suficiente.





Es fácil hilar ese mecanismo con lo que ya conté sobre los trastornos de alimentación, y la agonía en cuanto al amor, pero… ¿a que no sabéis que necesito tener el dinero a buen recaudo debajo del colchón? Es irresistiblemente asombroso. Supongo que este bebé interno lo tiene ahí por si en una urgencia tiene que irse a los chinos a por un biberón.



¿Qué pensaría un médico si le digo: "creo que mis problemas digestivos tienen su origen en que mi familia y yo nacimos un día con una Luna chunga"? jajaja. Quizá el de digestivo me derive al psiquiátrico, pero lo veo como las enfermedades autoinmunes, como cualquier alergia tonta. Los cólicos y retortijones típicos de los bebés los viví a diario hasta hace cuatro años, cuando un médico naturista muy sabio dijo sin dudarlo: "quítate el gluten y la leche". Mano de santo. Y es que he desarrollado tal hipersensibilidad que aunque tome sin saberlo un jamón con suero láctico, parece que me atraviesa un rayo.


Quizá algún día, cuando este bebé interno deje de considerar a su madre como tóxica y no se sienta amenazado y atraído por la muerte, consiga abrirme a la abundancia, al amor, a la vida.


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